lunes, 1 de febrero de 2010

El Quinto Espejo

Bajo el acero cuchillas rasgan un cuerpo aterido por un frío que perfora los huesos. Ensangrentado el cabello por lágrimas celestiales y heridos los pies por el contacto con el granito; busca desesperada un lugar donde cobijarse.
Dentro de su turbación surge un momento lúcido que la descubre en una calle vacía, lúgubre, con apenas unos farolillos alumbrando la piedra. Al fondo, un toldo. Debajo, una claridad inusual. Corre veloz hasta revelar el secreto: Cinco espejos iluminados tras un cristal. En cada uno de ellos, una parte de sí misma:
En el primero, la chica alegre, audaz y ávida por conocer todo lo que la rodea.
En el segundo, la chica triste, cansada, conmovida por las heridas de su propio corazón.
En el tercero, “la niña inocente” arropada por las telas de su progenie.
En el cuarto, “la mujer” despojada de sus sueños e ilusiones.
Y en el quinto, en el quinto “el monstruo”.

La joven se pierde en él un instante que emula una eternidad: Una mirada extraña, gélida y a la vez desorbitada, unos labios rotos en una mueca sádica y despiadada y un vestido salpicado por el color de la amapola.
Desvía la vista y se abre la misma tonalidad en sus ropas. De pronto recuerda. La sangre es del engendro que brotó de sus tripas salpicando sus muslos y amenazando con destruir su tranquila vida. Evoca el emplazamiento actual de su hijo y esboza la escena en el cráneo:
La carne mezclándose con plástico y cartón.
La sangre y las lágrimas confundiéndose con leche agria.
Duerme el vástago sobre un lecho pútrido y maloliente, aunque, ya ajeno a todo, sólo resuella el aroma del Erebo.
La joven regresa a los espejos:
La chica alegre se muestra afligida.
La chica triste esconde con las manos una catarata de angustia.
La niña grita: ¡Huye!
La mujer solloza: ¡confiesa!
Y el monstruo presenta su perversa sonrisa.
Ella alza los dedos en dirección al quinto espejo y este le responde de la misma forma, hasta el punto en que las yemas llegan a sentirse. Es entonces cuando aquel que habita en el reflejo se apodera de la joven, ocupando algo más que un mero resquicio de su mente, convirtiéndose, al fin, en su esencia.

1 comentario:

  1. Hacía tiempo que no leía nada tuyo ¡Me ha encantado volver a leerte! Espero que consigas que tus relatos salgan a la luz, porque el mundo se pierde mucho.

    Silvita

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