domingo, 22 de diciembre de 2019

LAS MUJERES DE MARCOS


La sala está llena de gente, varios familiares, muchos amigos. Al fondo, hay una enorme cristalera, al otro lado de esta, coronas y ramos hechos con crisantemos, gladiolos y claveles rodean un ataúd abierto de madera maciza. Hoy es el funeral de Marcos Román, un hombre de cuarenta y dos años que se ha suicidado con pastillas y alcohol.  Su rostro esta relajado, el maquillador ha hecho un gran trabajo, como dirán algunos presentes  “parece muy sereno”, palabras necesarias, palabras que templan y alivian el miedo del vivo a la muerte,  él que sobrevive necesita ver a su ser amado en paz, creer que él que se fue está bien.
Frente al cuerpo sin vida una mujer llora. Con cierto nerviosismo arruga con una de las manos el vestido rosa palo que lleva,  un color inusual para un funeral y sin embargo, no es discordante por ser la tonalidad “más triste” dentro de la gama del rosa así como por la elegancia con que lo lleva.  Su sonrojado rostro  inspira serenidad  a pesar de la pena que acompaña su intensa mirada.
A su lado se coloca otra mujer más baja y bastante delgada, a diferencia de la anterior  su piel es pálida, su mirada esta perdida, tiene las uñas destrozadas y su vestido, aunque negro como dicta la norma, está desgastado.  Dirige la vista hacía la otra:

viernes, 20 de diciembre de 2019

SALTA CONMIGO



Vida,
Te escribo esta carta para expresarte mejor lo que siento sobre tus palabras de hace un par de días. En el momento no hablé y desde entonces llevo dándole vueltas aunque no me haya pronunciado al respecto.
¡Ay, el amor! Es algo tan puro y poderoso y, sin embargo, tan fácil de enfermar, ¿cuántos “virus” le afectan? Celos, posesión, apego, dependencia, heridas pasadas que vuelven a colarse en el sótano… Devolverlo a su estado original  y  preservar su belleza requiere de unos ingredientes sencillos pero al parecer costosos de mantener: aceptar al otro tal y como es, poner atención en los detalles, estar en el presente, ser consciente a cada paso de uno mismo y sobre todo del otro, porque no debemos olvidar que uno y uno han de sumar siempre tres ( tú, yo y lo nuestro), y si suman uno (yo) mal vamos porque ahí volvemos a enfermarlo, en este caso de egoísmo. No obstante, qué poco nos esforzamos en hacer crecer  algo que forma parte de nuestra naturaleza, cuantas veces decimos que el amor es efímero, doloroso o aún más, un desperdicio, en lugar de reconocer que el problema está en nosotros  que somos volubles y débiles en nuestras principios y valores. El enemigo nunca es el amor, somos nosotros mismos, que no sabemos recibir y mucho menos dar.

domingo, 19 de junio de 2016

Mi segundo libro: La Memoria sin Sonrisa


Para leerlo pincha sobre el título: LA MEMORIA SIN SONRISA

Mi primer libro: Relatos de Sangre y Vainilla




Para leerlo pincha sobre el título: RELATOS DE SANGRE Y VAINILLA

PERFECCION

  
Es de noche. Entre el oxigeno ardiente palio mi sed con una copa de vino tinto.
Me encuentro en un local cualquiera con un hombre cualquiera. Lo que me ha llevado a su compañía es el sincero intento de ser educada con las personas que ponen interés en conocerme. Lamentablemente al poco de saludarle me arrepiento de la decisión tomada.
Aunque trato de extraer una nota de color de esta insípida cita, me es imposible, a los pocos minutos regreso a mi desilusión inicial. No hay nada en esta persona que produzca en mi emoción alguna. En el deseo de evadirme opto por divagar realizando un monólogo sobre el instinto y la coherencia y de cómo la inteligencia destruye la lógica de la naturaleza.
Él (no recuerdo su nombre, pero, ¿acaso importa?) en una actitud que procura ser misteriosa sin conseguirlo, afirma en un tono más bajo del que suele ser habitual: “Cierto, si no nos negásemos nuestros instintos y nos dejásemos llevar por ellos ahora tu y yo estaríamos en la cama”
“Si me dejase llevar por mis instintos te partiría los dientes de un bofetón”-Pienso furiosa, no obstante me limito a un serio y distante “no conoces mis instintos”. El finge no escucharme y me dirige una sonrisa bobalicona.