domingo, 19 de junio de 2016

PERFECCION

  
Es de noche. Entre el oxigeno ardiente palio mi sed con una copa de vino tinto.
Me encuentro en un local cualquiera con un hombre cualquiera. Lo que me ha llevado a su compañía es el sincero intento de ser educada con las personas que ponen interés en conocerme. Lamentablemente al poco de saludarle me arrepiento de la decisión tomada.
Aunque trato de extraer una nota de color de esta insípida cita, me es imposible, a los pocos minutos regreso a mi desilusión inicial. No hay nada en esta persona que produzca en mi emoción alguna. En el deseo de evadirme opto por divagar realizando un monólogo sobre el instinto y la coherencia y de cómo la inteligencia destruye la lógica de la naturaleza.
Él (no recuerdo su nombre, pero, ¿acaso importa?) en una actitud que procura ser misteriosa sin conseguirlo, afirma en un tono más bajo del que suele ser habitual: “Cierto, si no nos negásemos nuestros instintos y nos dejásemos llevar por ellos ahora tu y yo estaríamos en la cama”
“Si me dejase llevar por mis instintos te partiría los dientes de un bofetón”-Pienso furiosa, no obstante me limito a un serio y distante “no conoces mis instintos”. El finge no escucharme y me dirige una sonrisa bobalicona.


¿Cómo se atreve? Yo que he accedido a quedar con él y me muestro correcta  me veo sorprendida por una falta de respeto vulgar y fuera de contexto. A punto de levantarme y marcharme cae sobre la mesa una rosa.
Un ser inerte perfecto. Infinitamente bello, de un color tan intenso que me daña la vista. Permanezco sentada. Completamente abstraída.
Ante ella yo soy una maquina defectuosa, rota. Todas mis dudas, temores y necesidades golpean mi cráneo súbitamente.
La gente de mi edad ya tiene proyectos de vida, la mayoría ha terminado la carrera y desde hace meses posee el trabajo esperado, algunos incluso han contraído matrimonio y unos pocos esperan su primer hijo. En el reverso estoy yo. Sin empleo, sin amor, sin esperanzas en un futuro mejor, sin ninguna posesión o cualidad destacable…Llena de carne y huesos, soy polvo, soy nada…
De algún modo siento que las espinas de la flor se clavan en mi pecho. En ella percibo todo lo que no hay en mí. Ella cumple con suma elegancia su función como rosa… La envidio…. La odio con todas mis fuerzas…

El hombre que me acompaña me despierta del ensimismamiento ofreciéndome una nueva copa. No necesito alcohol, mis sentidos ya están distorsionados. Alcanzo el bolso y en un movimiento brusco me levanto de la silla tomando la rosa conmigo. Sin despedirme,  salgo  de un ambiente que  oprime el alma convirtiéndolo en vaho.

Camino hacia casa, distraída del mundo, concentrada en la flor que me enseña su superioridad haciéndome caer en la cuenta de lo perdida que me hallo. Si tuviese boca y dientes se jactaría de mi pobreza de espíritu, de mi falta de astucia para superar obstáculos, de mi soledad….
Enojada conmigo misma por no ser capaz de cumplir mis deseos me ensaño contra el objeto de mi desdicha. Con una mano sujeto el tallo con la otra arranco sin ningún tipo de piedad los pétalos, cada uno de ellos representa uno de mis defectos o una de mis faltas como persona, ahora solo quiero destrozar la magnificencia del cadáver floral. Al finalizar quiebro el tallo. Tras mis zapatos se dibuja una estela roja y brillante.
Sigo caminando.

Casi al llegar al portal un ruido me sobresalta. Giro pero no veo nada anormal.
Retomo el paso.
Noto una presencia.
Vuelvo la cabeza.
Mi rostro queda desfigurado. ¡Sobre el suelo yace la rosa que despedace hace escasos segundos!
“No es posible” farfullo. Mi instinto quiere correr, sin embargo la curiosidad que anida en la inteligencia me obliga  a acercarme. Extiendo los dedos para acariciarla, creyendo aún que esto es producto de una alucinación. Mas no es así.
Mi lógica desaparece al observar cómo el tallo comienza a enroscarse como una serpiente alrededor de mi brazo.
Me asusto. Pero el miedo nunca sirvió como solución para nada, por eso intento zafarme sin éxito alguno. El tallo sigue creciendo, rodeando poco a poco más cuerpo. En el suelo me retuerzo como una lombriz a la que acaban de partir por la mitad. Soy un títere que se mueve a voluntad de la pesadilla.
Brotan espinas que se clavan en mi piel inyectándome el peor de los venenos. El mismo que yo he depositado en la mutilación de la rosa con anterioridad: Ira, rabia, frustración, odio…Todo  recorre mis venas llevándome a la puerta del desvanecimiento.

Unos días más tarde mi cuerpo descansa en un ataúd de madera. En derredor mi familia y amigos lloran desolados, desesperados. Entre lágrimas recuerdan los momentos que pasamos juntos, las voces hablan de mis virtudes…. De lo hermosa y maravillosa que era.
Ahora, bajo el agua salada, bajo las flores blancas, despierto: Cuando uno muere sus defectos y  pecados quedan diluidos en la cascada de la indulgencia, los demás solo piensan en la sonrisa perenne del ser perdido.
Y de esta manera, en este ataúd, dejo de odiarme, al fin  soy como la rosa: Inerte… ¡pero perfecta!



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