martes, 9 de febrero de 2010

La duda de Ernesto



Hace tiempo vi pasar a un ser que atrajo mi atención de tal modo que el cielo y las estrellas me parecían insignificantes a su lado.
No era alto, ni bajo. No era gordo, ni delgado. Se mostraba rubio en un momento y moreno en otro. Alegre en el día y triste en la noche… O quizá fuese al contrario...
Concebí un traje azul, luego trocó a rojo y finalmente cambió hasta ser negro, supuse un error de mi cansada vista....
¿Y su forma de andar?, ¡sublime! Nadie sentía su presencia mas todos se emborrachaban de su elegancia. Solitario caminaba, mientras con agudeza parecía grabar en su mente una melodía que sólo él sabía tararear. Al verle pasar una y otra vez, mi atracción hacia aquel creció.
Una tarde conseguí entablar conversación.
Su voz, que al principio me era indiferente, fue adquiriendo un toque de sequedad; su vestimenta oscureció… Repentinamente en su carne observé penetrar enormes piojos. Comenzó a desprender un espantoso hedor.
A pesar de tan escalofriante visión me armé de valor y me atreví a balbucir mi pregunta:

- ¿Quién eres? -
A lo que él, mustio, sombrío, respondió:-“¿Acaso no ves que soy indescifrable, que en mí se halla el misterio en estado puro; que yo causo dolor a la mayoría y reposo a unos pocos?”-
Me quedé petrificado, pues pensé que se trataba de la muerte. Su cruel mirada me hizo salir corriendo de su campo de acción tan rápido como mis pies me lo permitieron.
Al día siguiente, volvióme a llamar la atención, ya que en lugar de aquella apariencia lucía una mirada mágica, una sonrisa afable y desprendía una gran pasión. Me acerqué cauteloso debido a lo acontecido horas antes:
-¿Eres la muerte?-
A lo que amable y adorable contestó: -“Triste mortal, ¿acaso te parezco fúnebre? Cierto es que a mis espaldas duerme una sombra pero ¿no es cierto que frente a mí se extiende una gran luz... y que esta es más brillante que la oscuridad de la anterior?”-
Y discurrí que la sombra era el pasado y la luz, el futuro y que por ello era la Esperanza.
Otro día su traje oscureció hasta volverse azul marino. Me pregunté si la respuesta que iba a escuchar sería grata. Me acerqué y antes de hablar hice una plegaria pidiendo que mi anhelo se cumpliese.
-¿Eres la esperanza?-
A lo que triste y vacilante susurró: -“¿No ves las lágrimas que en mis ojos anidan?, ¿no observas la sangre que de mi boca mana?”- Y una fuerte agonía trató de romper su frágil garganta.
El sufrimiento, pensé.
Mi obsesión fue creciendo crepúsculo tras crepúsculo. Aquel ser era tan camaleónico que me era imposible descifrar su identidad. Unas veces se mostraba alegre, otras desolado, en ocasiones asombrado y en determinados instantes maquiavélico. Su voz se erguía siempre distinta y a la par fascinante.Y yo a cada paso le preguntaba por su nombre: “¿Eres el Amor?, ¿la Angustia?, ¿quizá el Miedo?, ¿acaso la Amistad?, ¿o puede que la contradicción? Ya cansado decidí alejarme de su presencia. Y cuanto más lejos estaba mi amargura era mayor.
Al fin, una tarde se acercó.
-“Dime, ¿quién eres?”-
- Ernesto López- Respondí.
-“¿Cuál es tu trabajo?”- Preguntó curioso
- Soy pintor- Contesté.
-“Te equivocas”- Dijo educadamente -“Tú eres parte de mí y tu trabajo es construirte un buen camino sobre mis espaldas porque yo.... ¡Soy la Vida!”-

1 comentario:

  1. Lei este relato en tu libro y me pareció muy interesante. La vida se presenta ante nosotros mismos, pero muchas veces no sabemos como verla.

    Un abrazo.

    Silvita

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