
Deseo morirme.
No hay un gran motivo detrás. No hay un amor frustrado, una soledad inmensa o una enfermedad incurable. Es simplemente que en mi diccionario personal una palabra eclipsa al resto: DESIDIA. No tengo ganas de soñar o de amar. No deseo viajar o conocer. Sólo DESIDIA. La única motivación que tengo cada mañana al abrir los ojos es lograr cerrarlos para siempre.
Llevo años cortándome las venas. Mi alma lo tiene claro, quiere morir. Mi parte carnal está más confusa, de hecho, me lo niega, se rebela, lucha por prevalecer. Esto lo descubrí con catorce años en “mi primera vez”.
Apoyada en la bañera vacía y con los brazos colgando sobre ella me abrí las venas. Un corte transversal, la sangre resbaló suavemente por mi piel y luego cayó como una pequeña cascada sobre el fondo blanco de la bañera. En aquel entonces no sabía que un corte horizontal es más efectivo. También desconocía que para morir rápido la mejor opción es seccionar la arteria femoral. Falta de información, cosas de niños. Absorta, observaba como la sangre manchaba la porcelana. De pronto, sin aviso, sucedió algo inconcebible: ¡las venas se me hicieron nudos! Lo juro, no miento. Las sentí tirando de sus lados sueltos, las vi pugnando por alcanzarse y enlazarse en el aire. Los extremos hicieron nudos y estos desaparecieron en el interior de las vías. Durante el proceso noté un dolor similar a cuando te clavan una aguja en el brazo y la mueven dentro intentando dar con la vena. Más intenso, más penetrante. Después mis ojos se cerraron.
“Posiblemente la sangre se ha coagulado creando tapones, la próxima vez no serás tan afortunada así que estate quietecita” El médico me recriminaba, mis padres lloraban, yo ante ese espectáculo ansiaba matarme.
Y desde aquel lejano día hasta hoy. Quiero sentir como el peso de la vida se convierte en levedad, y sólo a través de la tinta roja que todo lo ensucia, tengo esa sensación. Se ha vuelto una obsesión, Quiero secarme, no tener ni una gota de vida dentro. Con tal propósito he usado cuchillas, cuchillos, e incluso tijeras. Pero las venas siempre se atan formando nudos. Mis padres están enfadados. Cansados de esconder posibles armas, de comer con cubiertos de plástico, de encontrarme tirada sobre charcos de sangre, de intentar no dejarme sola un segundo, de gritarme que estoy enferma. Al final les he agotado y me han internado en un centro a ver si abandono mi entretenido hobby y me “curo”. Ahora no puedo cortarme las venas, me tienen vigilada. Se podría decir que mi cuerpo ha ganando todas las batallas. He desistido, he caído en la cuenta de que a pesar de sus victorias es inevitable, tarde o temprano mi alma y el tiempo ganarán la guerra y la muerte llegará por sí sola. No hace falta que me esfuerce tanto.
No hay un gran motivo detrás. No hay un amor frustrado, una soledad inmensa o una enfermedad incurable. Es simplemente que en mi diccionario personal una palabra eclipsa al resto: DESIDIA. No tengo ganas de soñar o de amar. No deseo viajar o conocer. Sólo DESIDIA. La única motivación que tengo cada mañana al abrir los ojos es lograr cerrarlos para siempre.
Llevo años cortándome las venas. Mi alma lo tiene claro, quiere morir. Mi parte carnal está más confusa, de hecho, me lo niega, se rebela, lucha por prevalecer. Esto lo descubrí con catorce años en “mi primera vez”.
Apoyada en la bañera vacía y con los brazos colgando sobre ella me abrí las venas. Un corte transversal, la sangre resbaló suavemente por mi piel y luego cayó como una pequeña cascada sobre el fondo blanco de la bañera. En aquel entonces no sabía que un corte horizontal es más efectivo. También desconocía que para morir rápido la mejor opción es seccionar la arteria femoral. Falta de información, cosas de niños. Absorta, observaba como la sangre manchaba la porcelana. De pronto, sin aviso, sucedió algo inconcebible: ¡las venas se me hicieron nudos! Lo juro, no miento. Las sentí tirando de sus lados sueltos, las vi pugnando por alcanzarse y enlazarse en el aire. Los extremos hicieron nudos y estos desaparecieron en el interior de las vías. Durante el proceso noté un dolor similar a cuando te clavan una aguja en el brazo y la mueven dentro intentando dar con la vena. Más intenso, más penetrante. Después mis ojos se cerraron.
“Posiblemente la sangre se ha coagulado creando tapones, la próxima vez no serás tan afortunada así que estate quietecita” El médico me recriminaba, mis padres lloraban, yo ante ese espectáculo ansiaba matarme.
Y desde aquel lejano día hasta hoy. Quiero sentir como el peso de la vida se convierte en levedad, y sólo a través de la tinta roja que todo lo ensucia, tengo esa sensación. Se ha vuelto una obsesión, Quiero secarme, no tener ni una gota de vida dentro. Con tal propósito he usado cuchillas, cuchillos, e incluso tijeras. Pero las venas siempre se atan formando nudos. Mis padres están enfadados. Cansados de esconder posibles armas, de comer con cubiertos de plástico, de encontrarme tirada sobre charcos de sangre, de intentar no dejarme sola un segundo, de gritarme que estoy enferma. Al final les he agotado y me han internado en un centro a ver si abandono mi entretenido hobby y me “curo”. Ahora no puedo cortarme las venas, me tienen vigilada. Se podría decir que mi cuerpo ha ganando todas las batallas. He desistido, he caído en la cuenta de que a pesar de sus victorias es inevitable, tarde o temprano mi alma y el tiempo ganarán la guerra y la muerte llegará por sí sola. No hace falta que me esfuerce tanto.
Muy bien narrado. Me gustan mucho las descripciones que haces, consigues transmitir una sensación perturbadora que no deja indiferente. Al leerlo, me dolían las venas...
ResponderEliminarConsigues un gran efecto!!!
Me gusta el cambio de tu blog, tiene mucha fuerza.Todo queda mucho más visible.
¡Yo también estoy encantada con que nos leamos! ¡Es geinal!
¿Leíste la bienvenida de mi blog? Te gustará.
Un abrazo
¡¡¡Me encanta, me encanta!!!
ResponderEliminarTu entrada es realmente genial y realista.
Mi vida en algunos momentos la he considerado
lamentable, todo me aburre.Y no niego que llegará el momento de plantearme seriamente cuando terminaré con ella. Durante años mis
investigaciones al respecto iban por un buen "chute" o una buena eutanasia en un país extranjero, que tampoco es mala cosa.
Pero lo de la femoral... ¡genial!
Mucha sangre y rapidito, en mi caso si no me muero desangrada, lo haré de asco...¡puaaaag!
¡¡¡Me da un asco la sangre... puaaag!
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