
Como una muñeca desmontable, cada mañana, Miho chan abre su cajón y coloca cada pedazo de sí misma en su cuerpo básico para enfrentarse a un nuevo día. Miho chan llega a su trabajo a las nueve en punto y allí permanece diez horas por un sueldo irrisorio. No le gusta su empleo, de hecho desde hace tiempo su cerebro la acosa con taquicardias, fatiga e inicios de depresión tratando de avisarla de que algo no marcha bien pero, Miho chan tiene miedo de enfrentarse a Tokio. En tiempos pasados deambuló por sus calles y se encontró con un océano de tiburones. Quizás haya peces que puedan con todo, que sean capaces de emocionarse en ese mar; de convertirse en amos y señores de varios tiburones, o que simplemente ajenos al poder se decidan por la búsqueda de la felicidad, esos son los llamados por Miho chan “peces de colores”. No obstante ella no tiene color porque es temerosa y, con miedo no se puede ser libre.
Al pensar en que habrá tras esos enormes arrecifes que son los edificios el corazón se le altera demasiado. Puede que tenga ansias por disfrutar de una vida diferente pero, no se levanta del falso cuero de la silla. Y así, día tras día, mira el calendario de la pared y se olvida de la ventana que hay a unos centímetros de ella.
En ese absurdo devenir que es su vida solo hay algo que mantiene con luz unos ojos casi apagados, ese algo es lo que la convierte en muñeca: arreglarse, cambiarse cada día, modificar algunos de los pedazos de su ser; a veces las uñas, a veces el cabello. Miho chan está enamorada, ama de verdad a su novio. Cada día, él viene a recogerla a la salida del “infierno”. Ella cree que eso es suficiente, que está con la persona amada puede aguantar el entierro vital. Sin embargo, su novio no piensa igual. El está cansado de ser como Hachiko, el perro fiel de Shibuya; cansado de la angustia que siente al ver que Miho chan ha perdido la sonrisa, de verla evaporarse poco a poco. No lo consigue soportar.
- No puedo seguir así - Grita- Mi mente no tiene paredes.
Pero la mente de la muñeca tiene varias paredes con calendarios y no puede entender el concepto “sin límite, libre”. El plástico no comprende a las plumas. Ha olvidado que hace tiempo era más que una muñeca: un ser dividido en partes, hecho para complacer. La depresión que cercena sus fuerzas y el hábito a la resignación han modificado su ser.
Ahora, tiene que tomar una decisión importante. Tiene miedo. Siempre tiene miedo. Debe decidir y no lo hace. El la observa abatido con el convencimiento de que es un ser que ya no puede salvarse y decide por ella. El adiós que musita rompe los tímpanos de nuestra protagonista.
El amor, único lazo que la mantiene unida al mundo se deshace. Miho chan siente un profundo dolor que desgarra la carcasa de plástico y penetra como una aguja en el corazón. Duele mucho, no quiere sufrir, no quiere nada que la hiera. Miho-chan llega a casa, rota, destrozada. Arranca el pedazo que se encarga de los latidos y lo guarda en el cajón. Su rostro se vuelve inexpresivo, su pecho queda hueco. Acto seguido sella sus pedazos negándolos de movimiento propio y cose unos largos hilos a sus extremidades.
Al día siguiente sale por la puerta de casa para reanudar su rutina. Miho chan ya no es una muñeca, es una marioneta controlada por esa gran matriarca que es la sociedad.
se me caen las lagrimillas, que bonito y triste. la libertad , la llave de la felicidad, el poder de la decisión, de lo que uno quiere, esta tan cerca y a la vez tan lejos, no dejemos que nos ciegue el ser de la manipulación, y seamos fieles a nuestros sueños, dueños de nuestros sentimientos y fieles a ellos.
ResponderEliminarno muramos en vida, eso es tristeza en estado puro, que nos ahoga y tortura.
a por nuestros sueños!!! tq